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Mostrando las entradas de octubre, 2006

Deporte Teórico Nº 6. Ni debut ni despedida

Hoy hice un gol. Hay que consignarlo, particularmente debido a que, primero, juego pocas veces "a la pelota"; y segundo, porque dentro de aquellas contadas ocasiones en que lo hago, sé que difícilmente brillaré como el crack de la cancha. Tengo asumido hace tiempo que soy malo "pa' la pelota". Comprendo que no basta correr con los bríos con que lo hago, como para ser el lateral-volante por derecha con que de chico soñaba ser (como "Mono", el número 2 de " Barrabases "). El inevitable contacto con la realidad, la decadencia de la carne, y el paso de los años, han amplificado mi alejamiento de las canchas. Si cuando niño tenía que esperar hasta casi el final para ser "pedido" para integrar alguno de los equipos; luego tampoco sirvió de mucho intentar jugar en le puesto de los poco habilidosos con los pies: como arquero tampoco satisfice mayores expectativas. Con el fútbol en retirada de nuestras pantallas, sumado a la paradoja de es

Por una corbata

Sentí cómo es que, durante un buen tiempo, tenía severas dificultades para relajar el cuerpo y ponerme a pensar más allá de lo estrictamente vital. De modo tal que no pude, concebir una buena idea, tampoco desarrollarla ni dejarla ir. Pero... ... sucede que entre los, cada vez más frecuentes, ires y venires a San José de la Mariquina me dí cuenta que la gente me mira de otra forma; y esto puede llegar a ser shockante , no obstante tener elementos, como todo, en pro y en contra. Supongo que es correcto que quienes asisten a la oficina a realizar consultas, deseen encontrar en mí a un abogado, y por ésto estan dispuestos a tratarme en consecuencia. Un exceso paradigmático ocurrió el día viernes 20 de octubre pasado, en que una terca mujer, ya entrada en años, le consultó a mi jefe (el abogado Claudio Márquez) si podía hablar con "el abogado". No obstante atenderla como tal, tuvo don Claudio que ir a buscarme al Tribunal, porque la mujer no estaba convencida de estar frente a un

Imperfecciones

A veces me dan ganas de creer en la suerte como factor decisivo de vida, y luego volcarme al tarot, horóscopos, cartas astrales, velas de colores, inciensos de India, Pakistán y Camboya, patas de conejo, gatos negros, sales derramadas, escaleras, espejos, pies izquierdos y demases. Así me sería más fácil agradecer o culpar de muchas cosas que me ocurren al hado. Además la metafísica existencial se reduciría a "¡ah que buena cueva!" u "¡oh que mala cueva!". No creo en la suerte, punto. Por ésto cuesta trabajo aceptar que, objetivamente, soy protagonista de un cúmulo de coincidencias que conllevan perniciosas consecuencias en mi contra. La encomienda que envié a EE.UU. no llegó a la destinataria, pues ésta cambió su direción; y aunque sé la nueva, no puedo tampoco reenviarle nada porque no regresó, como esperaba ansioso que ocurriese, al remitente, al contrario recibí un sobre ajeno, mientras que mi caja anda perdida en el caos excusatorio de la empresa de Correos Chi