Martes 17 de enero de 2006 Pensé que iba a ser más fácil. Pude haberme preparado para un ambiente más hostil, pero no lo hice animado por los escuetos comentarios alentadores de mi hermana, y en gran medida por la experiencia y "madurez" de la que me granjeo. Por otro lado, era preciso suponer que volver a actuar como monitor después de ocho años me iba a pasar la cuenta. Efectivamente. Armado de paciencia, disfrazando mi tedio como seriedad y con pesimista expectación afronté el primer día de las colonias de verano en el internado de la Escuela de Niebla. Pecunia non olet, conversando con Diego Aguilar llegamos al punto común del dinero, la remuneración que recibiremos al cabo de estas dos semanas de trabajo parece ser el motivo más sólido para permanecer acá y trabajar. Trabajar, es un verbo demasiado grande para la realidad vivida acá (y que me han anticipado se repetirá los próximos días). No hay un programa de actividades y los profesores se satisfacen fácilmente con en
¡Ea, Señor! A mis enemigos veo venir, y tres veces repito: ojos tengan, no me vean; boca tengan, no me hablen; manos tengan, no me toquen; pies tengan, no me alcancen. La sangre les beba y el corazón les parta...