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Crónicas de Cana. Beta

Martes 17 de enero de 2006


Pensé que iba a ser más fácil. Pude haberme preparado para un ambiente más hostil, pero no lo hice animado por los escuetos comentarios alentadores de mi hermana, y en gran medida por la experiencia y "madurez" de la que me granjeo. Por otro lado, era preciso suponer que volver a actuar como monitor después de ocho años me iba a pasar la cuenta. Efectivamente.

Armado de paciencia, disfrazando mi tedio como seriedad y con pesimista expectación afronté el primer día de las colonias de verano en el internado de la Escuela de Niebla.

Pecunia non olet, conversando con Diego Aguilar llegamos al punto común del dinero, la remuneración que recibiremos al cabo de estas dos semanas de trabajo parece ser el motivo más sólido para permanecer acá y trabajar. Trabajar, es un verbo demasiado grande para la realidad vivida acá (y que me han anticipado se repetirá los próximos días). No hay un programa de actividades y los profesores se satisfacen fácilmente con enviar a los niños a la playa, a jugar fútbol y con que coman toda su comida. Más allá sólo resplandece como objetivo de suficiencia el acto inaugural de las colonias de verano que se realizará acá el próximo día jueves; la sola presencia del señor Alcalde de la comuna los inquieta y anima a salir airosos del paso.

Cuando ya asumí que mi agenda marca para las próximas dos semanas nada más ambicioso que comida y playa, me decidí por fin a broncear el resto del cuerpo que ha permanecido en relativa palidez durante casi un lustro (lo típico de mis veranos es afrontar al astro rey en los campamentos de verano, y con ésto castigo mis brazos y cara). Fueron suficientes tres horas de playa, de 15:30 a 18:30 para quedar convertido en "pancora" -en términos más del cine/comic, un verdadero "Hellboy"-.

Miércoles 18 de enero de 2006


Ni tan "Hellboy", me di cuenta primero que no me quemé el ombligo. Luego ante el espejo me di cuenta que sólo poseo una coraza colorada, que en caso alguno aporta a la estética estival... Supongo que ya pasará, por lo pronto usaré más ropa y agradezco que esté nublado.

Hoy por la mañana me arrepentí de uno de mis actos y de las eventuales perniciosas consecuencias de éste. Cuento. Un niño no quería ducharse, y en mi afán (y considerando mi superioridad física -y moral-) intenté forzarlo al baño, abriendo la ducha con él vestido bajo ella, pero para mi sorpresa el niño no se sacaba la ropa, persistiendo en su séptica negativa. Con el transcurrir de los segundos hice cerrar la llave y salir al niño, quien acumuló un enojo taurino... Me sentí mal por mi falta de "psicología"... Luego me alivió el verlo sonriendo dirigiéndose hacia mí de nuevo. Me lo dijo Diego. Los malos ratos se les pasan más rápido a los niños que a nosotros.

La organización, ya lo dije, dista mucho de lo que acostumbro vivir. La cantidad de tiempo muerto hace surgir como hongos todos los vicios que laten en estos niños. Ya se han reportado cosas perdidas (robadas, seamos sinceros), la suciedad y falta de hábitos de higiene descolocan. El egoísmo, la autodefensa espontánea, la acusación a los demás para salvarse y el cargoseo para convencer me empelotan de rabia. Tengo problemas para tolerar la estupidez.

Ver a estos críos pelear y enojarse por un mendrugo de pan y exigir a viva voz que se les entregue... En diez años o menos harán lo mismo, por mediaguas, pañales, frazadas, etc. Son parásitos, lamentablemente orgullosos de tal.

Jueves 19 de enero de 2006


Les juro que parece una cárcel, opera bajo los mismos códigos, sólo basta ver las ventanas abarrotadas de toallas colgando, es idéntica a una imagen de la cana.

Sin iniciativa, ni siquiera para pedir por favor, dar las gracias o disculparse...

«Niebla-Valdivia, 22 de enero de 2006


Querida Karin:

En estos momentos estamos realizando la última actividad de esta primera semana de "Colonias de Verano". Afuera la fina lluvia es el marco en que se encuadra el momento de reflexión, a propósito del cual todos los niños realizan (realizamos) cartas o dibujos dirigidos, según las instrucciones, "a quien más extrañemos en este momento".

Verdad es que no eres precisamente a quien más eche de menos; tuve el privilegio de estar presente, el viernes por la noche, para recibir parte de la alegría que compartiste con tus invitados en tu fiesta. Muy por el contrario, y fiel a mi crítica desobediencia, te escribo por ser la primera persona de quien me acuerdo y a quien siento más presente.

No podría ser de otra forma. Hoy es tu cumpleaños y bien merece tan magna fecha ser recordada y destacada en mi agenda; igualmente corresponde rendir homenaje a tu amistad que tanto bien me ha hecho.

Es incierta la fecha y oportunidad en que estas palabras llegarán a tí. Imagino que será pronto para que conserve la mayor intensidad emocional posible. Como solía cantar... "Son sencillos los caminos / y es tan hondo el caminar...". Espero que esta hojita sea de tu entero agrado y haya cumplido a cabalidad el objetivo de recordar a las personas de nuestros afectos, particularmente en este caso, tú pos cabra.

No extenderé más las líneas, ya dije lo medular y cuanto necesitaba...

Ahora debo oficiarlas de garzón, ya vamos a servir el almuerzo.

Feliz cumpleaños.

Cariñosamente,

Felipe Saldivia Ramos.

Pd: Todavía te debo el regalo».

Palabras al cierre. Estas notas fueron tomadas en el transcurso de mi primera semana en Niebla. Me resta saludar nuevamente a Karin por su cumpleaños, agradecer la invitación a su fiesta y que me disculpe haberme retirado temprano. Tenía (tengo) un compromiso con mi trabajo en Niebla, donde canto una canción que dice así en alguna parte: «...me hipnotiza tu sonrisa / me desarma tu mirada / y de mi no queda nada / me derrito como hielo al sol...»

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