Debo admitir que por estas fechas me hubiese gustado hacer un balance, a lo menos somero, de lo que trajo y quitó el 2006. Quizá este ejercicio me ayudaría a intentar sacar el, fundado, mal sabor de boca que me insta a pensar que el dos mil seis no fue un buen año para mí. Pero no lo haré, pues prefiero no recordar acá lo que no puedo, a diario, olvidar. Sin querer atentar contra la decisión anterior me detendré las siguientes líneas en dos noticias que marcarán el año que finalizó. Simplemente la muerte de Pinochet, y la muerte de Hussein. Como dice Tito Fernández acerca de los pelados y los guatones , «los dos aunque parezcan diferentes, son calcados si se miran con paciencia». Y claro, uno muere procesado, pero en la paz de su seno familiar, otro será ejecutado en la horca tras un juicio que aborrece a cualquiera que, románticamente, cree en la idea del justo proceso. Ambos fueron apoyados por los EE.UU. en su tiempo, y a ambos Washington les dio la espalda, a uno bajo la complicid
¡Ea, Señor! A mis enemigos veo venir, y tres veces repito: ojos tengan, no me vean; boca tengan, no me hablen; manos tengan, no me toquen; pies tengan, no me alcancen. La sangre les beba y el corazón les parta...