Valparaíso soy... Le comenté que es una de las ciudades chilenas, además de Valdivia, donde me gustaría vivir (sumo a Villarrica, Castro y Coyhaique). Durante los meses y dias previos a la llegada de Conejo a Chile y aún después de su arribo sabía que teníamos que ir a Valparaíso. Con el pasar del tiempo me he dado cuenta de todas las cosas que no pudimos hacer y que me hubiese gustado; mas me queda el consuelo de que estuvimos en Valparaíso y se lo pude mostrar dentro de las limitaciones de mi conocimiento de la magia/ciudad/patrimonio de la humanidad. El día fue el 2 de enero de 2010, sábado, vigésimo sexto cumpleaños de mi hermana María Paz. Llegamos por la mañana a Santiago tras un largo y triste viaje, Conejo lloró al ver a mis papás despedirse, me abrazaba fuerte sin querer soltarse -no me quiero ir- musitó. Tras tantos días de lluvia, al menos, esa última noche de despedida en Valdivia pudo ver la luna llena, bañándose en el río Calle-Calle. Después de instalarnos en el hotel, y
¡Ea, Señor! A mis enemigos veo venir, y tres veces repito: ojos tengan, no me vean; boca tengan, no me hablen; manos tengan, no me toquen; pies tengan, no me alcancen. La sangre les beba y el corazón les parta...