Pasa el tiempo, pero no hay novedad. Patética rutina. Lo que encontré como una herramienta para evadirla sólo ha servido para confirmar que poco interesa leer la vida ajena. Instalaré un contador de visitas en la página, sólo para lamentar que sea el único que la abre. La idea sigue siendo escribir, comentar, abordar temas varios; pero no se me ocurre qué. ¿Discos, música, libros? ¿Deportes, viajes, anécdotas? Seguro quiero escribir de todo, pero para todos. No quiero leerme y releerme por siempre.
Durante la semana que finaliza recibí un correo de Daniel Araya (caldreen@hotmail.com) estudiante de periodismo y compañero dirigente scout, en su extenso correo adjuntaba las notas e impresiones que recogió en su reciente viaje a Brasil. Leí con atención, interesante redacción, claras ideas, ritmo fluido... Y me aburrí, el relato se me hizo poco atractivo, impersonal, ajeno, completamente ajeno. Y eso que las historias eran llamativas, entonces me imagino qué impresión generan en mis lectores (si realmente los hay) los garabatos de esta pobre página.
No obstante el mea culpa anterior y cambiando drásticamente de tema, voy a contar lo más relevante de la semana que finaliza. Un viaje breve a Puerto Montt, reunión familiar masiva, la razón: un funeral. Falleció a los 94 años la "tía Adelina", tía de mi papá, tia abuela mía.
La ocasión sirvió, además de la reunión con parientes y personas que sólo ves cuando alguien muere, para explorar el misterioso mundo que se aneja a la pregunta del filósofo (salesianos recordad al Charro Majuel) ¿de dónde vengo?
Resulta que me encontre con la libreta de familia de mis bisabuelos, otorgada por el Rejistro Civil en conformidad a las disposiciones de la lei (así se escribía por entonces), de 1909 año en que contrajeron nupcias Lorenzo Maldonado y Francisca Velásquez, ¡¡¡a los pocos días de haberse recién conocido!!!, contaban cada uno con 22 años (yo tengo 23), y el matrimonio fue arreglado por sus papis, mis tatarabuelos Anastasio y Benedicto (que nombres más dinásticos). La mayoría de edad entonces era a los 25 años, por lo que el consentimiento lo prestaron por la novia doña Delfina, su madre (el papá estaba postrado en cama) y por el novio don Benedicto. Así las cosas de golpe y porrazo, once hijos, esta semana despedimos en el cementerio católico de Puerto Montt a la hermana mayor (segunda en nacer), de la menor de la prole desciendo y ya han pasado casi 96 años.
Cuál es la moraleja. No sé, pero ojo que mis bisabuelos se casaron bajo la misma ley que mis abuelos y que mis padres; ahora tenemos nueva ley de matrimonio civil, como justa forma de darnos cuenta que, contrario a lo que escribí al principio, pasa el tiempo y sí hay novedad. Vaya cómo cambian las cosas, sólo hay que estar atento y no perder el tren.
Y tal como dice Julieta Venegas "(...) siempre hay algo más que a simple vista no se ve/ será que hay algo más que a simple vista no se ve/ pero siento que hoy en mí algo está cambiando (...)"
Saludos y gracias a quienes lean.
Durante la semana que finaliza recibí un correo de Daniel Araya (caldreen@hotmail.com) estudiante de periodismo y compañero dirigente scout, en su extenso correo adjuntaba las notas e impresiones que recogió en su reciente viaje a Brasil. Leí con atención, interesante redacción, claras ideas, ritmo fluido... Y me aburrí, el relato se me hizo poco atractivo, impersonal, ajeno, completamente ajeno. Y eso que las historias eran llamativas, entonces me imagino qué impresión generan en mis lectores (si realmente los hay) los garabatos de esta pobre página.
No obstante el mea culpa anterior y cambiando drásticamente de tema, voy a contar lo más relevante de la semana que finaliza. Un viaje breve a Puerto Montt, reunión familiar masiva, la razón: un funeral. Falleció a los 94 años la "tía Adelina", tía de mi papá, tia abuela mía.
La ocasión sirvió, además de la reunión con parientes y personas que sólo ves cuando alguien muere, para explorar el misterioso mundo que se aneja a la pregunta del filósofo (salesianos recordad al Charro Majuel) ¿de dónde vengo?
Resulta que me encontre con la libreta de familia de mis bisabuelos, otorgada por el Rejistro Civil en conformidad a las disposiciones de la lei (así se escribía por entonces), de 1909 año en que contrajeron nupcias Lorenzo Maldonado y Francisca Velásquez, ¡¡¡a los pocos días de haberse recién conocido!!!, contaban cada uno con 22 años (yo tengo 23), y el matrimonio fue arreglado por sus papis, mis tatarabuelos Anastasio y Benedicto (que nombres más dinásticos). La mayoría de edad entonces era a los 25 años, por lo que el consentimiento lo prestaron por la novia doña Delfina, su madre (el papá estaba postrado en cama) y por el novio don Benedicto. Así las cosas de golpe y porrazo, once hijos, esta semana despedimos en el cementerio católico de Puerto Montt a la hermana mayor (segunda en nacer), de la menor de la prole desciendo y ya han pasado casi 96 años.
Cuál es la moraleja. No sé, pero ojo que mis bisabuelos se casaron bajo la misma ley que mis abuelos y que mis padres; ahora tenemos nueva ley de matrimonio civil, como justa forma de darnos cuenta que, contrario a lo que escribí al principio, pasa el tiempo y sí hay novedad. Vaya cómo cambian las cosas, sólo hay que estar atento y no perder el tren.
Y tal como dice Julieta Venegas "(...) siempre hay algo más que a simple vista no se ve/ será que hay algo más que a simple vista no se ve/ pero siento que hoy en mí algo está cambiando (...)"
Saludos y gracias a quienes lean.
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