Dejé inconclusa hace ya bastante tiempo la historia, sin una justificación con más peso que la flojera que me provoca sentarme frente al computador. Vayan para todos ustedes mis disculpas. Prosigo.
Había olvidado mencionar el importante dato relacionado con el itinerario del viaje. Una vez que nos decidimos a alcanzar el Atlántico en Las Grutas, el regreso se proyectó a través del mismo camino, para desviarnos lo suficiente como para reingresar a nuestro país en la región de la Araucanía y pasar a Pucón antes de reencontrarnos con la Perla del Sur. Cambio de planes, finalmente el viaje sería un circuito. Y como ya saben, después de Trelew, atacamos la cordillera rumbo hacia El Bolsón, un camino bastante agotador.
Sin duda lo más relevante de esta traslación este-oeste es la posibilidad de ser testigo en un sólo día de un cambio de paisaje sorprendente, "cuasi evolutivo" desde la piedra hacia la vegetación. Simpre en la amabilidad chubutense uno no deja de asombrarse de que entre ambos extremos del país la urbanización sea tan escasa, lo que, imagino, lleva a una mayor autonomía de cada ciudad o pueblo.
No habíamos avanzado muchos kilómetros desde Gaiman cuando nos encontramos con un extenso desvío en razón del re-asfaltado de la ruta, con todo este camino de emergencia y paralelo luce poco transitorio en atención a que cuenta con toda la señalización del caso, mientras que la ruta en construcción muestra más máquinas que hombres para operarlas.
En este punto hago una retrospectiva de lo accesorio a las rutas recorridas. La fauna de guanacos, zorros, zorrillos (chingues), ñandúes, entre otras especies me resulta novedosa. Para qué decir los santuarios a Gauchito Gil y a la Difunta Correa (no se ven mucho en Chubut). Pero de las cosas que más me han llamado la atención es la escasísima publicidad caminera a la que nosotros estamos tan acostumbrados; aparentemente con tan un país tan vasto en todo sentido, no tienen esa necesidad chilensis de concentrarlo todo, de explotar hasta el agotamiento todo.
De vuelta al asfalto, hay dos lugares para destacar Paso de los Indios y Las Plumas. No son la gran cosa urbanamente hablando, pero tienen lo suyo; el primero ostenta ser la capital de la tercera edad (sic) pues consecutivamente hace años es sede de encuentros nacionales de abuelit@s, además en sus cercanías decoran el paisaje pampino Los Altares. En el segundo pueblo se destacan las artesanías en piedra, muy hermosos trabajos con motivos aborígenes, como asimismo la localidad es el punto de inflexión para ingresar al valle medio del río Chubut. Como es obvio, en ambos hay bencineras de sobra.
Siguiendo al sol ya se nos venía la tarde y aun quedaban varios kilómetros para empalmar hacia el norte, con todo aprovechamos la ocasión para visitar Esquel, una hermosa y pujante ciudad (paralela a Palena), cuyo principal atractivo (como si no fuese suficiente ser la primera ciudad tras un día manejando) está en el ski que en invierno atrae en masa a este cordillerano paraje. Además un atractivo es "la Trochita", ¡el ferrocarril más austral del mundo! (aunque no es de línea). Lo increíble es que aun opera, no va lejos ni rápido... sinceramente me parece un altanero alarde derrochador más que un atractivo turístico. Con todo valga la historia viva sobre ruedas. ¿Algo más que recuerde de Esquel? Sí, un gran emplazamiento militar; me recordó al que ví en Chaitén, lástima que éste ya no exista.
Ya sin sol ni calor empezamos nuestra última sección del día hacia El Bolsón, pronto estábamos en la más cómplice oscuridad, la que en algo confundió a nuestro "chofer" respecto al camino correcto a seguir. Sin embargo los consejos del "navegante" (mapa en mano) fueron suficientes para acertar por la ruta 258.
Lamentablemente, por la oscuridad, no pudimos ver el paisaje y la vegetación que tanto extrañábamos; pero en su lugar nos adentramos en las luces de El Hoyo. Alguna vez fue Bariloche, luego fue El Bolsón, pronto será El Hoyo el paraíso del turista-consumidor empedernido.
Ya muy de noche, y sin poder entender mucho llegamos por fin a El Bolsón cerca de las 23 horas; lo primero (y último del día) fue encontrar un lugar donde dormir la noche final en Argentina. Hacerlo en un excelente complejo de cabañas fue el último lujo que nos dimos.
Al día siguiente aprovechamos temprano para conocer un poco lo que, en la onda Bilbo y Frodo Bolsón de El Señor de los Anillos, acá llaman "La Comarca" Andina de El Bolsón. Andábamos buscando un centro de navegación de Internet para descargar la cámara, encontramos uno, pero insuficiente para nuestras necesidades. La verdad es que si hubiésemos estado buscando donde comer la oferta sería descomunal, pero respecto a esta y otras "menudencias" El Bolsón resulta tristemente pobre. Antes de partir rumbo a Bariloche, y a Chile en definitiva, se llenó el estanque del vehículo, aprovechando por vez última la ganga que resulta hacerlo al sur del paralelo 42 donde está subvencionada junto a muchas otras cosas.
El trayecto hacia Bariloche fue acompañado de un día soleado que permitió disfrutar a concho del paisaje, los recuerdos y las expectativas cumplidas... Paramos en Bariloche para realizar compras, ya habíamos comprado unas remeras en Las Grutas, pero aun no había usado casi nada de mis US$40. Fui al hueso, sabía lo que quería, adquirí 2 discos de A.N.I.M.A.L. (Animal 6 y Combativo) y una remera de esas de Homero Simpson.
Luego abandonamos Bariloche rumbo hacia lo conocido, completamos el circuito. Volvimos a Chile a la bencina cara, las casas feas, a la gente acelerada y estresada, a las malas caras. A casa; al hogar, dulce hogar...
Había olvidado mencionar el importante dato relacionado con el itinerario del viaje. Una vez que nos decidimos a alcanzar el Atlántico en Las Grutas, el regreso se proyectó a través del mismo camino, para desviarnos lo suficiente como para reingresar a nuestro país en la región de la Araucanía y pasar a Pucón antes de reencontrarnos con la Perla del Sur. Cambio de planes, finalmente el viaje sería un circuito. Y como ya saben, después de Trelew, atacamos la cordillera rumbo hacia El Bolsón, un camino bastante agotador.
Sin duda lo más relevante de esta traslación este-oeste es la posibilidad de ser testigo en un sólo día de un cambio de paisaje sorprendente, "cuasi evolutivo" desde la piedra hacia la vegetación. Simpre en la amabilidad chubutense uno no deja de asombrarse de que entre ambos extremos del país la urbanización sea tan escasa, lo que, imagino, lleva a una mayor autonomía de cada ciudad o pueblo.
No habíamos avanzado muchos kilómetros desde Gaiman cuando nos encontramos con un extenso desvío en razón del re-asfaltado de la ruta, con todo este camino de emergencia y paralelo luce poco transitorio en atención a que cuenta con toda la señalización del caso, mientras que la ruta en construcción muestra más máquinas que hombres para operarlas.
En este punto hago una retrospectiva de lo accesorio a las rutas recorridas. La fauna de guanacos, zorros, zorrillos (chingues), ñandúes, entre otras especies me resulta novedosa. Para qué decir los santuarios a Gauchito Gil y a la Difunta Correa (no se ven mucho en Chubut). Pero de las cosas que más me han llamado la atención es la escasísima publicidad caminera a la que nosotros estamos tan acostumbrados; aparentemente con tan un país tan vasto en todo sentido, no tienen esa necesidad chilensis de concentrarlo todo, de explotar hasta el agotamiento todo.
De vuelta al asfalto, hay dos lugares para destacar Paso de los Indios y Las Plumas. No son la gran cosa urbanamente hablando, pero tienen lo suyo; el primero ostenta ser la capital de la tercera edad (sic) pues consecutivamente hace años es sede de encuentros nacionales de abuelit@s, además en sus cercanías decoran el paisaje pampino Los Altares. En el segundo pueblo se destacan las artesanías en piedra, muy hermosos trabajos con motivos aborígenes, como asimismo la localidad es el punto de inflexión para ingresar al valle medio del río Chubut. Como es obvio, en ambos hay bencineras de sobra.
Siguiendo al sol ya se nos venía la tarde y aun quedaban varios kilómetros para empalmar hacia el norte, con todo aprovechamos la ocasión para visitar Esquel, una hermosa y pujante ciudad (paralela a Palena), cuyo principal atractivo (como si no fuese suficiente ser la primera ciudad tras un día manejando) está en el ski que en invierno atrae en masa a este cordillerano paraje. Además un atractivo es "la Trochita", ¡el ferrocarril más austral del mundo! (aunque no es de línea). Lo increíble es que aun opera, no va lejos ni rápido... sinceramente me parece un altanero alarde derrochador más que un atractivo turístico. Con todo valga la historia viva sobre ruedas. ¿Algo más que recuerde de Esquel? Sí, un gran emplazamiento militar; me recordó al que ví en Chaitén, lástima que éste ya no exista.
Ya sin sol ni calor empezamos nuestra última sección del día hacia El Bolsón, pronto estábamos en la más cómplice oscuridad, la que en algo confundió a nuestro "chofer" respecto al camino correcto a seguir. Sin embargo los consejos del "navegante" (mapa en mano) fueron suficientes para acertar por la ruta 258.
Lamentablemente, por la oscuridad, no pudimos ver el paisaje y la vegetación que tanto extrañábamos; pero en su lugar nos adentramos en las luces de El Hoyo. Alguna vez fue Bariloche, luego fue El Bolsón, pronto será El Hoyo el paraíso del turista-consumidor empedernido.
Ya muy de noche, y sin poder entender mucho llegamos por fin a El Bolsón cerca de las 23 horas; lo primero (y último del día) fue encontrar un lugar donde dormir la noche final en Argentina. Hacerlo en un excelente complejo de cabañas fue el último lujo que nos dimos.
Al día siguiente aprovechamos temprano para conocer un poco lo que, en la onda Bilbo y Frodo Bolsón de El Señor de los Anillos, acá llaman "La Comarca" Andina de El Bolsón. Andábamos buscando un centro de navegación de Internet para descargar la cámara, encontramos uno, pero insuficiente para nuestras necesidades. La verdad es que si hubiésemos estado buscando donde comer la oferta sería descomunal, pero respecto a esta y otras "menudencias" El Bolsón resulta tristemente pobre. Antes de partir rumbo a Bariloche, y a Chile en definitiva, se llenó el estanque del vehículo, aprovechando por vez última la ganga que resulta hacerlo al sur del paralelo 42 donde está subvencionada junto a muchas otras cosas.
El trayecto hacia Bariloche fue acompañado de un día soleado que permitió disfrutar a concho del paisaje, los recuerdos y las expectativas cumplidas... Paramos en Bariloche para realizar compras, ya habíamos comprado unas remeras en Las Grutas, pero aun no había usado casi nada de mis US$40. Fui al hueso, sabía lo que quería, adquirí 2 discos de A.N.I.M.A.L. (Animal 6 y Combativo) y una remera de esas de Homero Simpson.
Luego abandonamos Bariloche rumbo hacia lo conocido, completamos el circuito. Volvimos a Chile a la bencina cara, las casas feas, a la gente acelerada y estresada, a las malas caras. A casa; al hogar, dulce hogar...
"¿Y verás como quieren en Chile al amigo cuando es forastero?".
Dedico esta trilogía a la memoria y al espíritu del gato Otto, que cuando regresamos desde Argentina no apareció vivo. Murió, probablemente de la peor forma, de pena. De seguro ocupa su cabida en el cielo funk.
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