Las penas son de nosotros... ella ya descansa en paz. Pasó más rápido de lo que esperase cualquiera, y más fructífera de lo que cualquiera pudiese objetar. Pero no quiso compartir al final.
Mi «mama» será de esas personas buenas, de esas santas involuntarias; encarnación de aquellas bondades moldeadas a fuego en rústica paz; templó sus ambiciones ajena a los abyectos fulgores de la civilidad que hoy celebramos como modernidad y progreso. Por eso no quiso compartir al final.
Una docena de hermanos, un marido, cuatro hijos, diez nietos, un bisnieto. Una multiplicidad de bastones que la invitaban a apoyarse en su inevitable caída. Pero fue egoísta justo al final.
Se llevó sola su dolor, con virtuso estoicismo. No quiso cómplices, ni lamentaciones. La condena de la enfermedad hubo de afrontarse en soledad. Ahora, como Dios tras el sexto día de creación, Teresa descansa tranquila.
A la memoria de Teresa Maldonado Velásquez.
«Remember, death is not the end, but only a transition»
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