Señoras, señores. Sean todos muy bienvenidos a una nueva sección de este sucucho web, les presento la primera edición de La Columna del Respetable un nombre mamón bajo el cual trataré de comentar películas. Doble desafío, primero no voy mucho al cine, ni arriendo filmes (tampoco pirateo) y, por lo anterior, no tengo experticia alguna en comentar o criticar cine.
Hoy hablaré de lo último que ví, una producción argentino-española llamada La Luna de Avellaneda (2004). La verdad es que no tengo ambición mayor de contarles de que trata la trama o de acaso darles la ficha técnica, eso lo pueden averiguar por sí mismos pinchando aquí, acá o en el link asociado al título de esta columna si desean ver el trailer.
Más relevante que lo anterior es la lección, el mensaje o la idea que se puede rescatar de esta película. A mi juicio, ésto la eleva a la categoría de buena película (si crítico fuese le pongo 4 estrellas de un máximo de 5) y mejor aun, permite calificarla como (obra de) arte.
La Luna de Avellaneda deja su aroma a realidad latinoamericana en la retina, por eso resulta fácil empatizar con la historia y con la situación de vida, la humanidad que expele cuadro a cuadro. ¿Qué hacer cuando las cosas ya no son como antes? Cuándo nos cuesta siquiera darnos cuenta de ello, cuándo vivimos del consuelo del recuerdo de un pasado glorioso (ni que me digan a mí, o peor, a cualquier valdiviano castizo hoy ya que hoy se cumple otro aniversario del terremoto de 1960) Y cuando el porvenir puede implicar nuestra propia negación ¿Dónde está el límite entre la pasión y la razón? o entre la perseverancia y la contumacia...
Claro está, les advierto, que ésta película no aporta respuestas, pero sí ofrece argumentos, perspectivas, visiones, ángulos diversos, verdades y falacias. En resumen, nos trae como espectadores una historia en la que podemos nosotros mismos sentirnos como protagonistas o como testigos. Se las recomiendo, si creen en mi amateur visión crítica o si quereis daros cuenta que os engaño ¡Véanla!
Me despido agradeciendo la paciencia de mis lectores y saludando a Macka (que te mejores) a Sandra Saldivia (espero tus aportes a este sitio) y a la Pera quien arregló mi PC.
Aprovecho de invitarlos a jugar Hattrick y competir contra mi equipo, Deporte Grande, contra el de la Pera, Califato Perales, el de la Vaca, Vacuelas Contráctiles o el de Nico Leal, Ruta Norte FC.
Finalmente la frase del día, sacada del guión de la cinta en comento:
Verónica: -Andá, ¿no me vas a mirar las lolas como cuando éramos novios?
Román: -Cuando éramos novios me pedías que te mirara a los ojos.-
Hoy hablaré de lo último que ví, una producción argentino-española llamada La Luna de Avellaneda (2004). La verdad es que no tengo ambición mayor de contarles de que trata la trama o de acaso darles la ficha técnica, eso lo pueden averiguar por sí mismos pinchando aquí, acá o en el link asociado al título de esta columna si desean ver el trailer.
Más relevante que lo anterior es la lección, el mensaje o la idea que se puede rescatar de esta película. A mi juicio, ésto la eleva a la categoría de buena película (si crítico fuese le pongo 4 estrellas de un máximo de 5) y mejor aun, permite calificarla como (obra de) arte.
La Luna de Avellaneda deja su aroma a realidad latinoamericana en la retina, por eso resulta fácil empatizar con la historia y con la situación de vida, la humanidad que expele cuadro a cuadro. ¿Qué hacer cuando las cosas ya no son como antes? Cuándo nos cuesta siquiera darnos cuenta de ello, cuándo vivimos del consuelo del recuerdo de un pasado glorioso (ni que me digan a mí, o peor, a cualquier valdiviano castizo hoy ya que hoy se cumple otro aniversario del terremoto de 1960) Y cuando el porvenir puede implicar nuestra propia negación ¿Dónde está el límite entre la pasión y la razón? o entre la perseverancia y la contumacia...
Claro está, les advierto, que ésta película no aporta respuestas, pero sí ofrece argumentos, perspectivas, visiones, ángulos diversos, verdades y falacias. En resumen, nos trae como espectadores una historia en la que podemos nosotros mismos sentirnos como protagonistas o como testigos. Se las recomiendo, si creen en mi amateur visión crítica o si quereis daros cuenta que os engaño ¡Véanla!
Me despido agradeciendo la paciencia de mis lectores y saludando a Macka (que te mejores) a Sandra Saldivia (espero tus aportes a este sitio) y a la Pera quien arregló mi PC.
Aprovecho de invitarlos a jugar Hattrick y competir contra mi equipo, Deporte Grande, contra el de la Pera, Califato Perales, el de la Vaca, Vacuelas Contráctiles o el de Nico Leal, Ruta Norte FC.
Finalmente la frase del día, sacada del guión de la cinta en comento:
Verónica: -Andá, ¿no me vas a mirar las lolas como cuando éramos novios?
Román: -Cuando éramos novios me pedías que te mirara a los ojos.-
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