Sumario: 1) A propósito de la “tabla” 2) Estados de necesidad 3) Justificación, exculpación o ninguna de las anteriores 4) Memoria y juicio popular 5) Y de la pelota que no se hable más 6) Conclusiones, cita y saludo.
1) A propósito de la “tabla”
Se me vino a la cabeza escribir sobre la “tabla de Carneades” el jueves pasado. Conforme se avecinaban los segundos finales del juego de semifinal del Mundial de Fútbol sub-20 entre Chile y Argentina, cuando todavía la mayor polémica se limitaba al (des) criterio arbitral para conducir las acciones. En aquellos -desde nuestra óptica chilena- tristes instantes, quise pensar abstractamente en razones, en excusas, y finalmente en justificaciones.
No sé si es un plus en sí mismo, pero por deformación profesional –y por gusto- tiendo a analizar lo que veo desde una óptica jurídica. Luego recuerdo mis lecciones, asocio ideas, vislumbro alternativas, a veces respuestas.
Un problema, sin aparente justa solución, conocido también como la tabulas unius capac fue planteado por Carneades de Cirene a objeto de mostrar que el mundo y la realidad son imperfectos y relativos, de naturaleza injusta e inacabada, decía más o menos así: dos naúfragos consiguen agarrarse a una tabla, que, sin embargo, sólo puede resistir el peso de uno de ellos. Ambos, en principio, tienen derecho a la vida, por lo que la justicia está del lado de uno y del otro ¿Cuál, pues, ha de salvarse?
2) Estados de necesidad
El problema de la tabla de Carneades se cita comúnmente en el ámbito del derecho penal, para ilustrar los casos de estado de necesidad, en que se obra de una determinada manera, aún realizando la descripción de un tipo penal, en pos de un bien o motivación superior, o bien ante igualdad de “derecho”. Más finamente, en doctrina se distingue entre estado de necesidad justificante y estado de necesidad exculpante (o disculpante). Dentro de la primera, el ejemplo puede darlo el hurto famélico; y en el segundo el ejemplo, propiamente tal, es el del Carneades, en presencia de miedo insuperable o fuerza irresistible, casos en que no se le puede atribuir culpa o responsabilidad a su autor. Ojalá se entienda[1].
3) Justificación, exculpación o ninguna de las anteriores
Me he dado vueltas intentando entender por qué relacioné ese partido de fútbol con el estado de necesidad exculpante. Probablemente estoy equivocado, muy probablemente…
… quizá pensé en la naturaleza humana, en la reacción ante lo que se cree injusto, el instinto ante una agresión con visos de ilegitimidad. La verdad es que así las cosas, la reacción sulfúrica de los players chilenos podría rayar en el estado de necesidad, aunque no tengo claro si como justificación o disculpa. Supongo que un caso de justificante es aquel último hombre que comete el penal cuando el peligro de gol es inminente; en el caso que –al voleo- analizamos, la tirria y el arrebato, ficción mediante, derivan de un miedo y una fuerza externa que la provocó.
Es enfermiza esta simbiosis, lo reconozco, obedece a un capricho sin razón. Tanto que quizás la exculpación haya de buscarse con más mérito en la locura o demencia, o al menos encontrando en ella un atenuante.
4) Memoria y juicio popular
Seguramente esta situación se volverá a repetir, con otros ribetes, olores y aderezos, con otros protagonistas y otro contexto. Me atrevo a vaticinar que será así porque, al parecer, es parte del ADN chileno el reaccionar más que proactuar; nos gusta la presión, que nos revuelvan la sangre en la herida… después le llamamos patriotismo, chilenidad, unidad nacional, solidaridad chilena, vergüenza nacional, folcklore, karma del chileno, etc.
Tendemos con facilidad para olvidar algunos escándalos o para agrandar otros, y la opinión prima facie siempre estará dada por lo que nos digan u omitan los medios.
Nos pasó con el “maracanazo”, en que al retirarse del estadio nos defendíamos de un ataque y la falta de garantías; luego ataques a la embajada, defensas corporativas y post tenebras lux… viceversa el ataque del “pueblo” al seleccionado pasó con peloteros díscolos en Puerto Ordaz, de Barinas, de Dublín… y lo peor es que pasa con nuestra policía atacando a adolescentes en la calle y en los estadios siendo condescendientes con los delincuentes del tablón…
¿Qué nos pasa? ¿tanto es nuestro chauvinismo que nos envalentonamos sólo tras ser vejados? ¿preferimos hacer vista gorda ante nuestra propia idiosincrasia? Quizá no, y sólo sea así como nos gusta mostrarnos.
5) Y de la pelota que no se hable más
La espuma va subiendo (ya bajará): acciones legales contra la policía canallense, reclamos formales, notas diplomáticas, declaraciones de la Presidenta de la República, de diputados, del Canciller; anuncios de reclamos a Amnistía Internacional, a la Fifa y a Human Rights Watch, etc.
Hablar es gratis, y la paja en el ojo ajeno siempre se nota más.
Por suerte las penas históricas-políticas-diplomáticas-judiciales-policiales-racistas-xenófobas-periodísticas-internacionales se pasan con fútbol, hoy, al menos, salimos (salieron) terceros.
6) Conclusiones, cita y saludo
De la cancha a la calle el escándalo mutó y será inolvidable, los muchachos fueron vejados, no hay duda y eso no debe repetirse nunca más, menos en nuestro país.
Donde se ven los gallos perdimos y las reacciones fueron tan humanas que son tanto condenables como justificables o disculpables en un ejercicio -en extremo maleable- de estado de necesidad.
Somos así, si hasta Condorito encabeza nuestro comportamiento. Seguro mejoremos, pero nunca cambiaremos nuestra forma de ser, sólo debemos orientarla mejor.
Exijo una explicación
Nuestra relación
no terminó con un "plop!"
me dejaste perplejo
exijo una explicación!
Y es que vos naciste en Buenas Peras
y yo nací en Pelotillehue
[El Atún]
Saludos a Mónica que me acompaña en el chat hace rato.
[1] Para profundizar un poco sugiero estas páginas con explicaciones del profesor chileno Hugo Rivera Villalobos y de su par español Julio Armaza Galdós.
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