Faltan pocos días para que acabe Enero y breves minutos para irme. Volveré cuando ya sea Febrero. No cumpliré el compromiso de tratar todos los temas que indiqué en el blog antes de fin de mes; si sirve como excusa debo decir que no he tenido acceso a las fotos que tengo en mente para ilustrar el texto.
A pocos minutos estoy de irme al «Jamboree del Centenario», un Jamboree nacional, donde hace poco más de 10 años estuve en el 19º Jamboree Mundial, el inhóspito, seco y muy conveniente [para Santiago] centro Picarquín, en la comuna de San Francisco de Mostazal, Región del Libertador General Bernardo O´Higgins [6ª región para la chusma].
En un principio no sentí tanta euforia como la que ví en las caras de los muchachos de la Tropa Cruz del Sur, la cual se entiende por la novedad, por el esfuerzo que han hecho para hacer realidad este anhelo, y por la decepción que significó no poder asistir al Jamboree del Desierto el verano pasado.
Ah, lector atento, notarás que ya he vuelto a hablar de scouts, y no es baladí. Así aprovecho de informar acerca de mi actualidad y de contarles de cómo ocurrió mi retorno al escultismo. Sucede que tras aprobar, a fines de septiembre pasado, el examen de grado, tenía entre mis aspiraciones el volver a usar el pañolín, mas no estaba seguro ni convencido de dónde hacerlo; tenía [tengo aún] ciertos resquemores con el estilo de conducción y el devenir de mi grupo -La Merced- lo que me hacía susceptible de anclar en otro puerto.
Ocurrió en octubre de 2008 cuando, con ocasión del fallecimiento de la abuela de Daniel Araya, me reuní con viejos amigos, entre ellos el Akela [Mauricio Sáez] quien me preguntó si volvería al Grupo; le contesté que barajaba la posibilidad, pero que entendía que en la Tropa Cruz del Sur no había cabida para más dirigentes, a lo que me señalo que en las unidades de Ruta se requería gente.
Con todo lo que ocurrió fue que Nicolás Leal [a la sazón, responsable de la T.C.S.] me llamó por teléfono a mediados de noviembre del año pasado para pedirme ayuda en la dirigencia de la Tropa, porque se había quedado solo, sin asistentes por diversos motivos. Yo acepté. Con una nota distintiva: trabajar como colaborador, con el menor grado de responsabilidad posible. Ciertamente suena contradictorio un scout que no quera asumir responsabilidades, pero tiene una explicación.
Ya antes de mi ostracismo había manifestado el alto grado de cansancio que me significaba ser responsable de Tropa, lo que redundaba -creí eso- en desatender otros aspectos de mi vida, como las relaciones de pareja, los amigos, tiempo con la familia, estudio, trabajo, etcétera. Además, le hice ver a Nico que a esas alturas del año, no podía yo pretender intervenir el programa de Tropa ni de Grupo que ya estaba por llegar al fin en cuanto su ejecución; finalmente manifesté que no sería consecuente con el discurso que siempre he sotenido acerca del trabajo continuo y del respeto hacia los procesos, fundamentalmente sobre la confianza depositada por los muchachos y sus padres.
Nicolás aceptó, lo muchachos me recibieron de vuelta, y poco a poco empecé a reverdecer laureles, adquirir más ritmo, soltura y responsabilidades. De ahí al embarcarme rumbo al «Jamboree del Centenario» fue rápido y en un paso.
Nos preparamos de buena manera, aun cuando reconozco que me subí al barco a última hora y mi aporte ha sido escaso, confío en que será una experiencia inolvidable para los muchachos de la Tropa Cruz del Sur... perdón, la Siempre Gloriosa [y chauvinista] Tropa Cruz del Sur. Por mi parte, será extraño volver a Picarquín, yacen en mí imborrables recuerdos de cómo lució dicho lugar en el máximo esplendor y fragor de scouts de todo el mundo, también de cómo quedó hecho un desastre y una vergüenza para quienes nos creemos el cuento del escultismo, la Ley y la Promesa, igualmente de todo lo que ha pasado después, mucha agua bajo el puente, quizá sea hora de lavar heridas.
"Se escuchan cantos, risas y gritos por doquier/ hermanos vamos a acampar al Jamboree (...)"
Saludos a quienes me vayan a extrañar y a quienes yo recordaré en mi ausencia.
A pocos minutos estoy de irme al «Jamboree del Centenario», un Jamboree nacional, donde hace poco más de 10 años estuve en el 19º Jamboree Mundial, el inhóspito, seco y muy conveniente [para Santiago] centro Picarquín, en la comuna de San Francisco de Mostazal, Región del Libertador General Bernardo O´Higgins [6ª región para la chusma].
En un principio no sentí tanta euforia como la que ví en las caras de los muchachos de la Tropa Cruz del Sur, la cual se entiende por la novedad, por el esfuerzo que han hecho para hacer realidad este anhelo, y por la decepción que significó no poder asistir al Jamboree del Desierto el verano pasado.
Ah, lector atento, notarás que ya he vuelto a hablar de scouts, y no es baladí. Así aprovecho de informar acerca de mi actualidad y de contarles de cómo ocurrió mi retorno al escultismo. Sucede que tras aprobar, a fines de septiembre pasado, el examen de grado, tenía entre mis aspiraciones el volver a usar el pañolín, mas no estaba seguro ni convencido de dónde hacerlo; tenía [tengo aún] ciertos resquemores con el estilo de conducción y el devenir de mi grupo -La Merced- lo que me hacía susceptible de anclar en otro puerto.
Ocurrió en octubre de 2008 cuando, con ocasión del fallecimiento de la abuela de Daniel Araya, me reuní con viejos amigos, entre ellos el Akela [Mauricio Sáez] quien me preguntó si volvería al Grupo; le contesté que barajaba la posibilidad, pero que entendía que en la Tropa Cruz del Sur no había cabida para más dirigentes, a lo que me señalo que en las unidades de Ruta se requería gente.
Con todo lo que ocurrió fue que Nicolás Leal [a la sazón, responsable de la T.C.S.] me llamó por teléfono a mediados de noviembre del año pasado para pedirme ayuda en la dirigencia de la Tropa, porque se había quedado solo, sin asistentes por diversos motivos. Yo acepté. Con una nota distintiva: trabajar como colaborador, con el menor grado de responsabilidad posible. Ciertamente suena contradictorio un scout que no quera asumir responsabilidades, pero tiene una explicación.
Ya antes de mi ostracismo había manifestado el alto grado de cansancio que me significaba ser responsable de Tropa, lo que redundaba -creí eso- en desatender otros aspectos de mi vida, como las relaciones de pareja, los amigos, tiempo con la familia, estudio, trabajo, etcétera. Además, le hice ver a Nico que a esas alturas del año, no podía yo pretender intervenir el programa de Tropa ni de Grupo que ya estaba por llegar al fin en cuanto su ejecución; finalmente manifesté que no sería consecuente con el discurso que siempre he sotenido acerca del trabajo continuo y del respeto hacia los procesos, fundamentalmente sobre la confianza depositada por los muchachos y sus padres.
Nicolás aceptó, lo muchachos me recibieron de vuelta, y poco a poco empecé a reverdecer laureles, adquirir más ritmo, soltura y responsabilidades. De ahí al embarcarme rumbo al «Jamboree del Centenario» fue rápido y en un paso.
Nos preparamos de buena manera, aun cuando reconozco que me subí al barco a última hora y mi aporte ha sido escaso, confío en que será una experiencia inolvidable para los muchachos de la Tropa Cruz del Sur... perdón, la Siempre Gloriosa [y chauvinista] Tropa Cruz del Sur. Por mi parte, será extraño volver a Picarquín, yacen en mí imborrables recuerdos de cómo lució dicho lugar en el máximo esplendor y fragor de scouts de todo el mundo, también de cómo quedó hecho un desastre y una vergüenza para quienes nos creemos el cuento del escultismo, la Ley y la Promesa, igualmente de todo lo que ha pasado después, mucha agua bajo el puente, quizá sea hora de lavar heridas.
"Se escuchan cantos, risas y gritos por doquier/ hermanos vamos a acampar al Jamboree (...)"
Saludos a quienes me vayan a extrañar y a quienes yo recordaré en mi ausencia.
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